Había una vez una pobre mujer que dio a luz a un pequeño
niño, y como el niño nació con una membrana sobre su cabeza, le predijeron que
a sus veinte años él tendría a la hija del rey por esposa. Sucedió que poco
después el rey bajó a la villa, y nadie sabía quien era y cuando preguntó a la
gente que noticias nuevas había, contestaban:
-"Acaba de nacer un niño con una membrana en su cabeza,
y quien quiera que nazca con eso tendrá muy buena suerte. Y le han profetizado,
también, que cuando cumpla sus veinte años, obtendrá a la hija del rey por
esposa."-
El rey, quien tenía un duro corazón, se enojó con la profecía,
fue donde los padres de la criatura, y aparentando gran amistad dijo:
-"Ustedes, pobre gente, permítanme tener a su niño y yo
cuidaré de él."-
Al principio ellos rechazaron la oferta, pero cuando el
extraño les ofreció una gran cantidad de oro, pensaron:
-"Es un niño con suerte, y cualquier suceso siempre se
tornará a su favor."-
Y al fin consintieron y le dieron al niño.
El rey lo puso en una cesta y viajó con él hasta llegar a un
profundo río. Entonces tiró el cesto al agua y pensó:
-"He librado a mi hija de su inesperado
pretendiente."-
Sin embargo el cesto no se hundió, y flotó como un bote, y
ni una gota de agua entró en él. Y navegó como dos leguas más abajo hasta
llegar a un molino donde entró en una de las tomas de agua del molino. Un joven
que trabajaba alli, que por casualidad estaba por ahí en ese momento, lo vio, y
con un gancho lo jaló y lo sacó del agua, pensando que contenía un gran tesoro,
pero cuando lo abrió encontró al precioso niño adentro vivito y contento. Se lo
llevó entonces al molinero y su esposa, y como ellos no tenían niños se
complacieron y dijeron:
-"Dios nos lo ha enviado -"
Y ellos cuidaron adecuadamente al niño, quien creció lleno
de cariño.
Sucedió que años mas tarde, en una gira del rey, éste llegó
al molino, y le preguntó al molinero y su esposa si ese alto joven era su hijo.
-"No"- contestaron, -"Él fue encontrado. Hace
veinte años él flotaba sobre las aguas del río en un cesto y llegó al molino.
Mi ayudante lo jaló y sacó del agua.
Entonces el rey supo que ese no era ni más ni menos que el
niño con suerte que él había tirado al agua, y dijo:
-"Mi buena gente, ¿no podría ese muchacho llevarle una
carta a la reina, y yo le pagaré con dos piezas de oro?"-
-"Cómo mande el rey."- contestaron ellos, y le
dijeron al joven que se alistara.
El rey escribió una carta a la reina, en la que decía:
-"Tan pronto como este muchacho llegue con la carta,
mátenlo y entiérrenlo. Todo debe estar cumplido antes de que yo regrese."-
El muchacho partió con la carta, pero perdió el camino, y al
anochecer llegó a un gran bosque. En la oscuridad él vio una pequeña luz, y
avanzó hacia ella hasta llegar a un rancho. Él entró, y vio a una vieja mujer
que estaba sentada sola junto al fogón. Cuando ella vio al joven, dijo:
-"¿De dónde vienes, y hacia dónde te diriges?"-
-"Vengo del molino"- contestó, -"y deseo
llegar donde la reina, para quien le llevo una carta, pero he perdido el camino
en esta foresta y agradecería poder quedarme aquí la noche."-
-"¡Oh pobre muchacho!"- dijo la mujer, -"has
llegado a una cueva de ladrones, y cuando vengan, de seguro te matarán."-
-"Deja que vengan"- dijo el joven, -"no estoy
asustado, pero estoy tan cansado que no puedo avanzar más."- y se acomodó
sobre una banca y se quedó dormido.
Muy pronto llegaron los ladrones, y molestos preguntaron
quien era ese extraño muchacho durmiendo allí.
-"¡Ah!"- dijo la vieja mujer, -"es un
inocente muchacho que se perdió en el bosque, y por piedad lo dejé entrar. Él
debe de llevar una carta a la reina"-
Los ladrones abrieron la carta y la leyeron, y en ella decía
que en cuanto el joven llegara debía ser muerto. Entonces los duros ladrones
sintieron lástima, y su líder la rompió y escribió otra diciendo que tan pronto
el muchacho llegara, debía ser casado al instante con la hija del rey. Y lo
dejaron dormir tranquilamente hasta la siguiente mañana. Y cuando despertó le
dieron la carta, y le indicaron el camino correcto.
La reina, cuando recibió la carta y la leyó, hizo lo que
estaba escrito en ella, y preparó una espléndida fiesta de boda, y la hija del
rey fue casada con el joven de la suerte, y como el joven era apuesto y
colaborador, ella vivió con él felizmente.
Tiempo después el rey retornó de su gira a palacio y vio que
la profecía se había cumplido, y que el joven de la suerte se había casado con
su hija.
-"¿Cómo habrá sucedido eso?"- dijo él, -"Yo
di otras instrucciones en mi carta"-
Así pues que la reina le entregó la carta, y le dijo que
podía ver personalmente lo que en ella estaba escrito. El rey examinó la carta
y vio muy bien que había sido cambiada por la otra. Él le preguntó al joven que
qué había sido de la carta que él le confió, y que por qué había traído otra en
su lugar.
-"No sé nada de ello"- contestó, -"pudo haber
sido cambiada en la noche, cuando dormí en la foresta."-
El rey dijo molesto:
-"No vas a tener todo tranquilamente a tu manera, quien
se casa con mi hija debe traerme del infierno tres pelos de oro de la cabeza
del diablo. Dame lo que te pido, y podrás continuar con mi hija."-
De este modo esperaba el rey deshacerse del muchacho para
siempre. Pero el chico de la suerte contestó:
-"Conseguiré los pelos de oro, no le temo al
diablo"- y se alejó de ellos para comenzar su gira.
El camino lo llevó a un gran pueblo, donde el guardián de
las puertas le preguntó a que venía y que conocimientos tenía.
-"Yo sé de todo"- contestó el joven.
-"Entonces puedes hacernos un favor"- dijo el
guardián, -"si nos puedes decir por qué nuestra fuente del mercado, que
una vez fluía vino, se ha secado, y desde entonces ni siquiera nos da
agua."-
-"Ya lo sabrán"- contestó, -"sólo esperen a
mi regreso."-
Y siguió su camino y llegó a otra ciudad, y allí también el
guardián de las puertas le preguntó a qué venía y qué sabía.
-"Sé de todo"- contestó.
-"Entonces podrás hacernos un favor y decirnos ¿por qué
un árbol en nuestro pueblo, que una vez daba manzanas de oro, ahora ni siquiera
echa hojas?"-
-"Ya lo sabrán"- contestó, -"sólo esperen a
mi regreso"-
Entonces prosiguió y llegó a un ancho río que debía
atravesar. El botero le preguntó a qué venía y qué sabía él.
-"Sé de todo"- contestó.
-"Entonces podrás hacerme un favor"- dijo el
botero, -"dime ¿por qué debo estar siempre yendo y viniendo y nunca quedar
libre de esta labor?"-
-"Ya lo sabrás"- contestó, -"sólo espera a mi
regreso"-
Cuando había cruzado el río encontró la entrada al infierno.
Era negra y llena de hollín, y el diablo no se encontraba en casa, pero la
abuela estaba sentada en una gran mecedora.
-"¿Qué es lo que quieres?"- le preguntó.
Pero ella no parecía ser malvada.
-"Me gustaría tener tres pelos de oro de la cabeza del
diablo"- le contestó. -"De lo contrario no podría conservar a mi
esposa."-
-"Eso es un buen trabajo para solicitar."- dijo
ella, -"Si el diablo llega y te encuentra, te costará la vida, pero como
te tengo piedad, veré si te puedo ayudar."-
Ella lo convirtió en hormiga y dijo:
-"Métete entre los dobleces de mi vestido, allí estarás
seguro."-
-"Sí"- contestó él, -"hasta ahora todo bien.
Pero hay tres cosas además que debo de saber: ¿por qué una fuente que una vez
fluía vino se ha secado, y ahora ni siquiera echa agua; por qué un árbol que
una vez daba manzanas de oro, ahora ni siquiera da hojas; y por qué un botero
debe de estar siempre yendo y viniendo, y nunca queda libre?
-"Esas son preguntas difíciles"- contestó ella,
-"pero solamente quédate en silencio y quieto y pon atención a lo que diga
el diablo cuando yo le arranque los tres pelos de oro."-
Cuando llegó el anochecer, el diablo regresó. No más había
entrado cuando notó un cambio en el aire.
-"Me huele a carne humana"- dijo él, -"algo
no está bien aquí."-
Entonces él revisó cada rincón, y buscó y buscó, pero no
encontró nada. Su abuela lo increpó:
-"Acabo de terminar de barrer y puse todo en orden, y
ya estás desordenando todo otra vez; tú siempre tienes carne humana en tu
nariz. Siéntate y come tu cena."-
Cuando ya hubo cenado y bebido, se sintió cansado, y reposó
su cabeza en el regazo de su abuela, y al poco rato quedó profundamente
dormido, roncando y respirando hondo. Entonces la vieja mujer agarró un pelo de
oro, lo jaló y lo puso abajo cerca de ella.
-"¡Ay!"- gritó el diablo, -"¿Qué estás
haciendo?"-
-"He tenido un mal sueño"- contestó la abuela,
-"por eso me sostuve de tu pelo."-
-"¿Y cómo era el sueño?"- dijo el diablo.
-"Soñaba que en una plaza de mercado había una fuente
que una vez echaba vino, pero se secó y ahora no echa ni agua. ¿Que podría
haber ocurrido?"-
-"¡Ah já! ¡si lo supieran!"- contestó el diablo,
-"Hay un enorme sapo sentado sobre una piedra en el pozo. Si lo mataran,
el vino regresaría de nuevo."-
Él se durmió de nuevo, y roncaba que hasta las ventanas
vibraban. Entonces ella desprendió el segundo pelo.
-"¡Hey, que estás haciendo!"-, gritó el diablo
incómodo.
-"No lo tomes mal."- dijo ella, -"Lo hacía en
un sueño."-
-"¿Y qué has soñado ahora?- preguntó él.
-"Soñaba que en cierto reino había un manzano que una
vez daba manzanas de oro, pero ahora no da ni hojas. ¿Cuál crees que pueda ser
la razón?"-
-"¡Oh! ¡si lo supieran!"- contestó el diablo,
-"Un ratón está mordiendo la raíz, si lo mataran, tendrían de nuevo
manzanas de oro. Pero si sigue mordiendo más tiempo, el árbol entero se
moriría. Pero déjame sólo con tus sueños: si me vuelves a molestar en mi dormir
te jalaré las orejas."
La abuela le habló suavemente hasta que de nuevo se durmió y
roncó. Entonces ella arrancó el tercer pelo de oro. El diablo saltó, rugió
fuertemente, y la hubiera regañado si ella no lo hubiera tranquilizado una vez
más diciéndole:
-"¿Quien podría solventar malos sueños?"-
-"¿Cuál fue el sueño, entonces?"- preguntó él, un
poco intrigado.
-"Soñaba que había un botero que se quejaba de que
siempre tenía que ir de uno al otro lado del río, y nunca podía liberarse.
¿Cuál sería la solución?"-
-"¡Ah, el tontito!"- contestó el diablo,
-"cuando alguien llegue y desee cruzar el río, él debe poner los remos en
sus manos, y este otro hombre tendrá que seguir haciendo el transporte y él
quedará libre."-
En cuanto la abuela hubo arrancado los tres pelos de oro, y
los tres enigmas resueltos, lo dejó tranquilo durmiendo hasta el amanecer.
Cuando el diablo salió de nuevo, la vieja mujer tomó a la
hormiga de los pliegues de su vestido, y le dio al joven de la suerte su forma
humana de nuevo.
-"Aquí tienes los tres pelos de oro para tí"- dijo
ella, -"Supongo que oíste lo que dijo el diablo sobre tus tres
preguntas"-
-"¡Sí, claro!"- contestó él, -"sí lo oí, y
tendré cuidado de recordarlo."-
-"Ya tienes lo que querías"- dijo ella, -"y
ahora puedes partir."-
Él le agradeció haberlo ayudado en su necesidad, y dejó el
infierno muy contento de que todo salió afortunadamente bien.
Cuando volvió al río, el botero esperaba ansioso la
respuesta prometida.
-"Pásame primero"- dijo el joven con suerte,
-"y entonces te diré como liberarte."-
Y cuando llegaron a la orilla contraria, le dijo el consejo
del diablo:
-"La próxima vez que venga alguien que desee cruzar el
río, solamente ponle los remos en sus manos"-
Siguió adelante hasta el pueblo donde estaba el manzano
improductivo, y allí también el guardián esperaba la respuesta. Él le dijo lo
que escuchó del diablo:
-"Maten al ratón que está mordiendo su raíz, y de nuevo
dará manzanas de oro."-
Entonces el guardián le agradeció dándole dos burros
cargados con oro, que siguieron tras él.
De último llegó al pueblo donde la fuente se había secado.
Él le dijo al guardián lo que dijo el diablo:
-"Un gran sapo está en el pozo sobre una piedra. Deben
de encontrarlo y matarlo, y el pozo de nuevo fluirá vino en cantidad."-
El guardián le agradeció, dándole también dos burros
cargados de oro.
Al fin el joven de la suerte llegó a casa con su esposa, que
estuvo feliz de corazón por verlo de nuevo, y de oír cuan bien había prosperado
en todo. Al rey él le llevó lo que había pedido: los tres pelos de oro del
diablo, y cuando el rey vio a los cuatro burros cargados con oro se puso muy
contento y dijo:
-"Ahora que has cumplido con todas las condiciones,
puedes quedarte con mi hija. Pero dime, querido yerno, ¿de dónde sacaste todo
ese oro? ¡Es una enorme riqueza!"-
-"Remando, yo atravesé un río"- contestó, -"y
allá, en la otra orilla, yacía oro en vez de arena."-
-"¿Podría yo traer también?"- dijo el rey, muy
ansioso por conseguirlo.
-"Tanto como quiera."- contestó el joven.
-"Hay un botero en el río, pídale que lo pase al otro
lado, y podrá llenar sus sacos."-
El voraz rey salió a toda prisa, y cuando llegó al río le
pidió al botero que lo pasara. El botero se acercó y le pidió que subiera. Y
cuando llegaron a la otra orilla, le puso los remos en las manos y saltó. Y de ahí
en adelante, el rey tuvo que seguir remando, como un castigo a sus pecados.
¿Estará aún ahí de botero? Si lo está, es porque nadie le ha
tomado aún los remos.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Que sueñes bonito mi vida.
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