viernes, 6 de mayo de 2011

LA LECHERA



     Erase una vez, hace mucho, mucho tiempo, en una granja rodeada de animales, vivía una joven llamada María. Una mañana de verano se despertó antes de lo acostumbrado. - ¡Felicidades, María! - le dijo su madre -. Espero que hoy las vacas den mucha leche porque luego irás a venderla al pueblo y todo el dinero que te den por ella será para ti. Ese será mi regalo de cumpleaños. ¡Aquello sí que era una sorpresa! ¡Con razón pensaba María que algo bueno iba a pasarle! Ella que nunca había tenido dinero, iba a ser la dueña de todo lo que le dieran por la leche. ¡Y por si fuera poco, parecía que las vacas se habían puesto también de acuerdo en felicitarla, porque aquel día daban más leche que nunca! Cuando tuvo un cántaro grande lleno hasta arriba de rica leche, la lechera se puso en camino. Había empezado a calcular lo que le darían por la leche cuando oyó un carro del que tiraba un borriquillo. En él otra joven, Lucia, iba hacia el pueblo para vender sus verduras. -¿Quieres venir conmigo en el carro? - le preguntó. - Muchas gracias, pero no subiré al carro porque con los baches la leche puede derramarse y hoy todo lo que gane será para mí. -¡Vaya suerte! - exclamó Lucía -. Seguro que ya sabes en lo que te lo vas a gastar. Cuando se fue Lucía, María se puso a pensar en las cosas que podría comprarse con el dinero que sacaría con la venta de la leche. Ya sé lo que voy a comprar: ¡una cesta llena de huevos! Esperaré a que salgan los pollitos, los cuidaré y los alimentaré muy bien. Y cuando crezcan se convertirán en hermosos gallos y gallinas. María se imaginaba ya las gallinas crecidas y hermosas y siguió pensando qué haría después. Entonces iré a venderlas al mercado y con el dinero que gane compraré un cerdito, le daré muy bien de comer y todo el mundo querrá comprarme el cerdo, así cuando lo venda, con el dinero que saque, me compraré una ternera que dé mucha leche. ¡Qué maravilla! Será como si todos los días fuera mi cumpleaños y tuviera dinero para gastar. Ya se imaginaba María vendiendo su leche en el mercado y comprándose vestidos, zapatos y otras cosas. Estaba tan contenta con sus fantasías que tropezó, sin darse cuenta, con una rama que había en el suelo y el cántaro se rompió con lo que toda la leche se derramó. - ¡Adiós a mis pollitos, a mis gallinas, a mi cerdito y a mi ternera! ¡Adiós a mis sueños de tener una granja! No sólo he perdido la leche sino que el cántaro se ha roto. ¿Qué le voy a decir a mi madre? ¡Todo esto me está bien empleado por ser tan fantasiosa! Cuando regresó a la granja le contó a su madre lo que había pasado. Su madre era una madre muy comprensiva y le dijo: - No te preocupes, hija, la imaginación que tienes es buena mientras también prestes mucha atención en todo lo que haces. No puedes ir soñando mientras caminas porque ya has visto lo que te puede suceder.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Que sueñes bonito mi vida.